Recuperar la cultura del esfuerzo.

¿De qué estamos hablando cuando hablamos de esfuerzo?
En la anterior entrada me había comprometido a comentar en esta un libro sobre el sistema educativo finlandés. Bueno, creo que debo retrasar ese comentario algunos días. Como otras veces la actualidad llama a la puerta y siento la necesidad de hacer un comentario sobre una noticia periodística.

Recientemente el presidente de Mercadona, en una rueda de prensa, puso de nuevo sobre el tapete de la actualidad la idea de que en España es preciso que nos incorporemos a la cultura del esfuerzo. Incluso parece que puso como ejemplo la cultura de los empresarios chinos en España. Ver la noticia en El País (aquí) No voy a polemizar sobre la noticia concreta. No es mi intención.

Lo que sí me interesa es comentar la idea que se ha transmitido, independientemente de que esta fuera la intención del presidente del grupo Mercadona, y la forma en que esta idea está formando parte del debate público. La idea de que en España es preciso incorporar una cultura del esfuerzo e incluso la idea de que debemos aprender esfuerzo de las culturas asiáticas.

En el fondo de esta idea se mezclan, como casi siempre en todos los planteamientos, elementos de realidad en los que podemos estar de acuerdo casi todo el mundo con una burda manipulación ideológica para modificar el status quo actual. Más en concreto para abundar en la idea de que el Estado de bienestar es un lujo superfluo que nos está adocenando, que está impidiendo que hagamos lo que es naturalmente humano: esforzarse al máximo.

Se trata de plantear que en los últimos años en España hemos estado viviendo en una fiesta hedonista y de consumo fácil e irresponsable y que eso no se puede consentir, no es bueno y ahora hay que pagar los gastos de la fiesta. Como todos hemos participado en ella, todos somos responsables y todos tenemos que pagar.

De paso se sugiere que somos unos vagos, que nos nos esforzamos en el trabajo, que nos pasamos el día de copas y de comilonas, que nos hemos acostumbrado a vivir bien, demasiado bien, que los bares y restaurantes  continúan llenos (los empresarios de la hostelería no opinan lo mismo ni de lejos) y que hace falta esforzarse más para salir de la situación.

Lo que resulta escandaloso hasta límites insoportables es que este tipo de cosas las diga la gente que las dice. Es sencillamente tremendo. No creo que nadie en España tenga ninguna legitimidad moral para hablar de esfuerzo al conjunto de la ciudadanía si antes no exige un esfuerzo fiscal significativo a los auténticos privilegiados de este país. 

Parece ser que la mayor parte de empresas del Ibex 35 invierten importantes cantidades de dinero a través de paraísos fiscales. Algunas de las empresas españolas más importantes declaran sus impuestos en otros países con la fiscalidad más favorable. Las personas que más dinero ganan en nuestro país, las que están verdaderamente forradas, las que mejor se manejan en los mercados financieros, tienen diferentes fórmulas para escaquear al fisco el pago de impuestos. En las famosas SICAV pagan el 1% mientras la presión fiscal media de los trabajadores está muchos puntos por encima.

El día que los próceres que reclaman esfuerzo lo reclamen a los que verdaderamente tienen dinero en este país (a ellos mismos, claro) y se escaquean, tendrán autoridad moral para hablar. Mientras tanto lo mejor sería que se callaran y dejaran de hacer planteamientos puramente ideológicos. Estoy de acuerdo con la cultura del esfuerzo. Pero me gustaría que cada uno hiciese el esfuerzo que le corresponde para mantener y sostener las instituciones y estructuras que nos dan cohesión como sociedad. Ese es el esfuerzo del que deberíamos hablar. Cómo contribuímos entre todos a los gastos de todos. Cómo ese esfuerzo se reparte equitativamente entre todos. El problema es que algunos, precisamente los privilegiados que nos reclaman esfuerzo, no se esfuerzan y no quieren esforzarse en sostener el interés general. Sencillamente pretenden que cada uno nos las apañemos como podamos.

Y además lo del esfuerzo se alega para recortar políticas sociales. Algunas auténticamente estratégicas para nuestro futuro como la educación, otras básicas para nuestra supervivencia como la salud, y otras fundamentales para completar la garantía de la cohesión social como los servicios sociales.

Y encima hablan del modelo chino. Si ese es el paradigma para este país vamos dados. Si el modelo de crecimiento económico, de cohesión social y de estilo de vida es el de la China actual sencillamente nos hemos vuelto locos. La China actual tiene como paradigma de todos estos factores lo peor de nosotros mismos: una economía capitalista sin límites que está generando unas desigualdades sociales absolutamente increíbles, que pasa por encima de cualquier derecho social y humano si es preciso, en el que se hace dinero caiga quien caiga, con unas jornadas de trabajo extenuantes por dos reales. ¿Ese es el esfuerzo que nos predican? Por cierto, algunos privilegiados del sistema chino lo son con muy poco esfuerzo.

Lo que es escandaloso es que el mismo día en que se exige que España debe reducir su déficit en 5.000 millones de euros más, lo que supondrá recortes más que importantes en los sistemas del bienestar, nos enteremos de que los clubes de fútbol español deben alrededor de 1000 millones entre Hacienda y Seguridad Social. Uno de cada 5 de esos euros. El esfuerzo, señores y señoras, debe comenzar por el esfuerzo fiscal. Desde hace unos años se vienen publicando datos que demuestran que mientras los trabajadores por cuenta ajena apoquiñamos lo que corresponde, los que manejan el dinero financiero acaban soportando una presión fiscal mucho menor. Y no sólo en España. No hace demasiado Warren Buffet, el segundo o tercer hombre más rico del mundo, denunciaba que tenía menos presión fiscal que su secretaria. Al menos en USA algunos de estos ricos están diciendo lo que pasa en realidad y no pretenden imponer al conjunto de la ciudadanía lo que ellos no se aplican. ¿Para cuando uno de los privilegiados españoles hablará de este tipo de esfuerzo?

Para redondear la entrada cabe señalar que en el libro cuyo comentario he prometido, Finnish Lessons, demuestra que en el sistema educativo finlandés, uno de los que mejor resultado académico vienen manteniendo en el informe PISA, lo consiguen de acuerdo con el lema "Menos es más". Si señores. Los muchachos y muchachas comienzan su periodo escolar obligatorio a los siete años cumplidos (no con cinco en algunos casos como aquí, a cambio tienen un sistema de escuelas infantiles estupendo) y finaliza igualmente a los 16. Los maestros son los que menos horas lectivas tienen de la OCDE (dedican su jornada laboral a otras cosas como atender individualizadamente a los alumnos, trabajar en red con otros enseñantes, adaptar el curriculum a las necesidades de sus alumnos, participar en proyectos comunitarios para facilitar que sus alumnos estén integrados socialmente, prevenir las dificultades de aprendizaje de cada uno de sus  alumnos). El sistema tiene uno de los costos más bajos económicamente de la OCDE en términos de PIB. Y los niños tienen que hacer el menor esfuerzo fuera de la escuela en tareas escolares, sólo media hora diaria de media al día frente al modelo asiático que somente a sus niños y niñas a unos maratones horarios absolutamente impresionantes. Por cierto el sistema educativo finlandés es absolutamente público, con lo que de paso se desmonta la teoría de que lo público es más caro e ineficiente.

El esfuerzo medido en horas no dice absolutamente nada. Impide el crecimiento personal en otros ámbitos que acaban redundando en lo puramente académico o laboral. En el fondo lo que nos tenemos que plantear es qué modelo de sociedad queremos. ¿De verdad que queremos el modelo asiático, o chino? Sinceramente creo que es una locura, o simplemente una coartada ideológica para defender los propios intereses de clase y desmontar el Estado de bienestar. Yo por mi parte creo que tenemos que copiar más a los finlandeses y menos a los chinos.

Por cierto el estar horas por estar en el puesto de trabajo (el presentismo) parece que se propone como ejemplo de la capacidad de esforzarnos por parte de algunos hablantes en los medios de comunicación. Estar horas en un sitio parece un absoluto disparate en otras latitudes. Creo que es conocida la anécdota del jefe alemán, holandés o danés que le dicen al currito español, que se ha quedado en la oficina más allá de la hora límite, que si es tan malo trabajando que necesita quedarse más rato para sacar la producción necesaria.

El problema no es el esfuerzo, ni el esfuerzo en horas. El problema es de modelo económico y de productividad. Y eso, señores y señoras, es un problema de modelo económico y social que no se soluciona echandole ........, ni horas.

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