El cuento de la lechera

O al Presidente Rajoy no le contaban cuentos de niño, o no le contaron el cuento de la lechera, o estaba ya tan ocupado con soñar en ser registrador de la propiedad que no le quedaba hueco para la literatura.

Rajoy no es el único afectado por este extraño fenómeno, supongo que los miembros de su equipo de comunicación han olvidado los relatos básicos de la literatura universal infantil. 

Sólo de esta forma me explico el fiasco de la estrategia de comunicación del partido del Gobierno con el tema de la candidatura de Madrid 2020. Aunque lo cierto es que si analizamos un poco más se descubre que detrás de muchos de los procesos políticos en los que están inmersos el patrón se repite. Confunden continuamente el deseo con la realidad y la voluntad con la razón.

Toda la semana pasada los mensajes lanzados por el Gobierno iban en dirección a preparar el ciclo de noticias positivo que se adivinaba con la victoria en Buenos Aires. El superoptimismo económico de los representantes del poder político resultaba sorprendente: España es la envidia del mundo, hemos roto los pronósticos (Montoro), España ya no es un problema, hasta Obama nos ha felicitado y el presidente del BCE y tal y tal (Rajoy) Somos los campeones en la lucha contra el desempleo, miren los puestos de trabajo que hemos creado (muchos parlantes). 

El centro del mensaje  era señalar que ya hemos salido de la depresión. Lo de las olimpiadas iba a ser el subidón de moral necesario para levantar definitivamente la cabeza y gritar a los cuatro vientos: ¡Veís como con llegar nosotros a la Moncloa se arreglaba todo en un pis-pas, tenemos al mundo a nuestros piés! ¡Somos un milagro para este país!

Soy de la opinión de que el gabinete de comunicación de la Presidencia del Gobierno trazó una ruta basada en el cuento de la lechera, supongo que sin saberlo, porque esta historia la carga el diablo. Si ganan la candidatura la burbuja, una más, se hubiera reventado tarde o temprano, la realidad es la que es y por mucho que se empeñen nos queda mucho por recorrer para tener sensación de que algo se está moviendo de verdad. Y si no salía, pues si no salía menuda cara de idiota que se les ha puesto. (lo peor es que esa cara se le ha quedado a mucha gente que se ha creído sinceramente que en esa competición se medía algo más que nuestra capacidad actual de organizar unas olimpiadas en comparación con las otras candidatas) Eso es lo malo, creer que una cosa significa mil, hinchar las expectativas no sólo de la victoria sino de su significado.

Quizá por eso no se ha sabido encajar la derrota, y quizá este sea uno de los elementos por el que no han elegido Madrid. Los que van de sobrados no suelen gustar y los que se hacen trampas jugando al solitario suelen ser gentes poco recomendables para llevar adelante proyectos de envergadura.

He oído intervenciones de lo menos lógicas y ponderadas, en realidad bastante pueriles, de niño al que no le han contado el cuento de la lechera,. Frases como: ¡Es que nos nos quieren!, ¡Esto es cualquier cosa menos deporte! ¡Hay una mano negra que nos ha impedido la victoria! denotan que sencillamente, esta gente, alguna muy brillante en sus profesiones, todo hay que decirlo, no sabían a qué competición iban y habían fiado muchos proyectos personales y colectivos a un objetivo que creyeron conseguido antes de comenzar la carrera.

El problema, para mí, no es haber ganado o perdido la oportunidad de organizar unos Juegos Olímpicos. El problema es que el partido del Gobierno suele tropezar con frecuencia en esta misma piedra y eso nos perjudica a todos. Deberían grabarse a fuego en la consciencia la moraleja del cuento de la lechera. No en vano creyeron que con llegar a la Moncloa, (y los sillones de los diferentes Ayuntamientos y CC.AA.) se solucionarían como por ensalmo todos los problemas, el problema era que gobernaban esos ineficientes sociatas. Creen que están tan por encima que no entienden que a menudo la realidad es que están muy por debajo. Es un problema de saber donde estás.

Si yerras en los análisis no puedes encontrar la solución. Si crees que la realidad debe ajustarse, sí o sí, a tus deseos estás buscando tu propia ruina porque esto nunca sucede así. Me preocupa mucho este fenómeno porque esta gente es la que está al mando de la nave en la que todos viajamos y como se empeñen en ver gigantes donde sólo hay molinos, seguro que salimos apaleados, como de hecho sucede.

En el cuento que nos ocupa, cuando la lechera ve la leche derramada por el suelo, acaba cayendo en la cuenta de su error, hacer cuentas con datos imaginados. Se supone que la lechera, después del baño de realidad, volvería a su oficio, seguiría trabajando y pelearía por su sueños paso a paso, una vez aprendida la lección. Si en vez de hacer eso lo que haces es echar la culpa de tu mala suerte al que puso la piedra en el suelo, tienes un problema añadido: eres tan soberbio que no has aprendido nada.
Pero ¡Ojo! Aunque aquí critico mucho al Gobierno, nadie estamos libres de tropezar en la misma piedra y derramar la leche de nuestra ilusión por el suelo.

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