¡No disparen al camillero!

Esta fue la frase con la que nos obsequió Luis Barriga en la presentación del III Informe sobre el Estado Social de la Nación. Creo que la mayoría de los presentes debimos pensar lo mismo, al menos yo lo hice ¿Por qué no se me había ocurrido a mí esta metáfora para ilustrar lo que ha sucedido durante estos últimos años?  

¿Pero qué quiere decir esta frase? Pongámonos en situación. Las diferentes potencias contendientes en los muchísimos conflictos armados que jalonan nuestro desarrollo histórico se han venido poniendo de acuerdo sobre una serie de condiciones humanitarias en las que se deben desarrollar las guerras. Se trata de los Convenios de Ginebra, de los que hay firmados cuatro, el primero en 1864, el último en 1949. Pero ¿por qué ponerse de acuerdo con una serie de condiciones humanitarias cuando lo que vamos a hacer a continuación es sacarnos literalmente los higadillos por la nariz?

Las guerras siempre se desatan de forma oficial de acuerdo con algún bien supremo a defender. Digamos que el relato de los que llevan a las gentes al conflicto se fundamenta, formalmente al menos, en grandes valores: la patria, la justicia, la libertad e incluso la igualdad. Como apelamos a los valores para lanzarnos a machacar al adversario, como el que plantea ir a la guerra lo hace siempre por el bien y porque es "el bueno", parece necesario defender una serie de normas humanitarias: no atacar a la población civil, no torturar a los prisioneros.. y "no disparar al camillero". 

En estos días estamos conmemorando (En realidad durante los años que van del 14 al 18) que hace cien años que los occidentales decidimos ir a una guerra que creyeron que duraría dos semanas y que duró cuatro años. Una Europa al menos aparentemente esplendorosa, celebrante del desarrollo y la modernidad, se lanzó a degüello contra el de al lado con una ferocidad que aunque olvidada hoy día, nos debería hacer pensar. Quizá lo más curioso de la conmemoración es que seguimos recordando más las guerras y los guerreros que aquellos que lucharon para intentar impedirlas, los que se opusieron a la locura. Me quedan pendientes lecturas provenientes de esta inquietud: Romain Roland, León Tolstoi ,... y como no, la Nobel de la Paz, trabajadora social y opositora a este conflicto Jane Addams. No son los únicos, claro, son los que tengo personalmente en cartera de lectura, pero ¿Por qué no homenajear a los que tenían razón y dejar de hacerlo a los que ganaron llevando a nuestros abuelos y abuelas al desastre?

Realizando un doble salto mortal hacia adelante en el espacio metafórico todo esto que acabo de decir
nos debería hacer pensar sobre lo que nos ha sucedido en estos últimos años y la forma de "combatir" contra la crisis. Digamos que nuestros "generales" decidieron que había que tomar una determinada colina. ¿Se acuerdan de la mítica película de Kubrick "Senderos de gloria"? Pues eso. Decidieron que había que tomarla costara lo que costara, con todas las víctimas que fuera preciso tener. Sabemos que las bajas están siendo cuantiosas y que a los que denuncian semejante carnicería se les ha considerado como traidores a la patria. Pero es que ha pasado algo más, se les ha olvidado la misma humanidad que caracterizaban los discursos oficiales, se han olvidado de aplicar los acuerdos de Ginebra y se ha disparado indiscriminadamente también contra los camilleros. De hecho en el combate se han retirado todos aquellos dispositivos que podrían ayudar a las víctimas del conflicto, se ha decidido no dar cuartelillo ni al enemigo ni al teórico amigo, y se han arrasado los refugios propios y ajenos. En este marco, los Servicios Sociales que deberían haber sido el último refugio, no han podido dar la respuesta que much@s hubiéramos deseado.

Durante estos últimos años, como he escrito en El síndrome Katrina, se ha justificado de mil maneras la necesidad de tomar la colina mientras se aprovechaba para crear un nuevo modelo de sociedad acorde con una determinada perspectiva ideológica. El Informe sobre el Estado Social de la Nación comienza afirmando que ya hemos tomado la colina. Basta ya de tiros. Dejemos de disparar al camillero y dejemos que entren en el campo de batalla para recoger a los heridos. Recordemos nuestros valores y dediquémonos a lo que debería ocuparnos: construir una sociedad que se vuelva a reconocer a sí misma como heredera de los valores que dice defender.


Comentarios

  1. Yo creo que tratar de poner normas para respetar los derechos humanos en una guerra es una de las mayores contradicciones que hay. Es un "a Dios rogando y con el mazo dando" en toda regla. Nunca hay ni puede haber respeto a los derechos humanos en una guerra, es absurdo, y eso sin contar con que la mayoría de las veces, por no decir todas, los países que han redactado esas normas se las han pasado por donde les ha parecido y han querido. Las guerras, como dice la canción, no sirven para nada, así se ha demostrado a través de la historia, y así se seguirá demostrando, a pesar de que repetimos una y otra vez los mismos errores históricos, porque nunca miramos atrás para aprender nada. Pedimos un gran cambio en el mundo, pero a veces no sé si nos lo merecemos, viendo lo que hacemos con él.

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